(Este es un artículo escrito por Paulina Botella y Ana Limón)
El papel que las mujeres han tomado en diversos conflictos armados, su labor en la prevención y en la solución de estos a lo largo de la historia ha sido esencial; sin embargo, éste no ha sido reconocido
Tanto los conflictos armados como la generación de las estrategias para la paz han sido espacios y temas reservados para los hombres. Pero ello no hace sino invisibilizar la labor que llevan a cabo otros actores como las mujeres. Este sesgo se debe a que no se han estudiado las experiencias y el impacto diferenciado que tienen los conflictos sobre las mujeres, así como el potencial que estas tienen para cuidar de las comunidades y proponer métodos eficaces para alcanzar la paz.
No existe conflicto que sea neutro al género, dicen Jackeline Vargas y Ángela Díaz en su ensayo sobre el enfoque de género utilizado en las negociaciones en Colombia. Cuando se busca la paz en una sociedad es importante que se consideren los verdaderos efectos diferenciados de los conflictos armados en la población. Los efectos sobre las mujeres y los hombres no son los mismos, y, por lo tanto, las respuestas y soluciones brindadas tampoco pueden ser las mismas.
Un ejemplo de efecto diferenciado es la esclavización de las mujeres para las labores domésticas o para la prostitución por parte de los grupos armados.
La violencia sexual, dice la feminista Donna Pankhurst es algo que experimentan las mujeres durante los conflictos y que requiere de reparaciones, por lo que debe considerarse al momento de intentar remediar las rupturas sociales generadas.
Por otra parte, los conflictos armados perpetúan los roles de género. Históricamente la guerra ha jugado un papel central para definir lo que significa ser un hombre. Como explica Cynthia Cockburn, el hombre por sus características “masculinas” es el que debe proteger a la nación, debe ser el héroe que asegura la paz a las familias de su país. De esa manera una sociedad donde existen estructuras patriarcales y jerárquicas son sociedades de guerra. Y viceversa, los países que hacen la guerra son países que enseñan a los niños y jóvenes a ver la guerra y la violencia como algo normal, y ellos deben estar preparados para ir a combatir y perder la vida si es necesario.
De ahí la importancia que supone profundizar en cuestiones como la construcción de nuevas masculinidades, encaminadas a transformar aquellas previamente desarrolladas.
Generalmente, las experiencias y las vivencias de las mujeres no son tomadas en cuenta al poner fin a un conflicto, como explica la feminista Nadine Puechguirbal, pues se considera que ellas no son víctimas directas de las armas. Pero, si no se toman en cuenta los efectos diferenciados, si un acuerdo de paz pasa por alto las necesidades de las mujeres, es mucho más probable que el acuerdo no tenga éxito y que se regrese a una situación que si bien se encontraba libre de armas, estaba permeada por desigualdades, violencia, discriminación, marginación e injusticia.
En la mayoría de los tratados y de los acuerdos la mujer ha sido vista, junto con los niños, como una víctima pasiva e indefensa que depende del hombre y que necesita de su protección, esto ha impedido que ellas tengan un rol mucho más activo en los procesos de resolución de conflictos.
No obstante, después de una larga lucha feminista esta situación empezó a cambiar con la adopción, en octubre de 2000, de la Resolución 1325, que forma parte de la agenda «Mujeres, paz y seguridad». En esta resolución se reconoce la importancia de la colaboración de las mujeres en las negociaciones de paz y seguridad, así como de la perspectiva de género en las operaciones de mantenimiento de la paz. Dicha resolución proporcionó un marco internacional para aplicar una perspectiva de género a las operaciones internacionales de paz.
Un caso en el cual se hicieron muchos avances aplicando la Resolución y se adoptó en buena manera una perspectiva de género fue el de los acuerdos de paz entre el Gobierno de Colombia y la guerrilla de las FARC-EP. Este caso demuestra la necesidad de incorporar el género como una categoría transversal, tanto en el estudio retrospectivo del conflicto armado como en la etapa de implementación de lo pactado tras el Acuerdo de paz.
Colombia ha vivido desde hace más de 60 años un conflicto armado interno entre las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia- Ejército del Pueblo (FARC-EP) y el gobierno colombiano.
Este conflicto ha azotado a toda la población colombiana, siendo las mujeres rurales las más afectadas, pues sufren de una discriminación interseccional. El PNUD lanzó un informe donde se explica que las mujeres rurales sufren de una triple discriminación: por vivir en el campo, por ser mujeres y por ser víctimas de la violencia. No obstante, las mujeres han ejercido un rol de liderazgo en movilizaciones sociales que reivindican sus derechos.
Después de muchos años de intentos de negociación y de paz, el 24 de noviembre de 2016, se suscribió entre el gobierno y las FARC-EP el Acuerdo Final para la terminación del conflicto y la construcción de una paz estable y duradera. En este Acuerdo Final se implementó la Resolución 1325 de Naciones Unidas, es decir se estableció un enfoque transversal de género, en donde, para lograrlo, la participación de grupos de mujeres en las mesas de negociación fue imprescindible.
La transversalización del Enfoque de Género en los acuerdos de paz entre el Gobierno de Colombia y la guerrilla de las FARC-EP ha sido reconocida internacionalmente como un hito que puede contribuir a transformar, a partir de éste, los procesos de paz venideros alrededor del mundo, dice Vargas y Díaz.
La incorporación de la perspectiva de género permitió ver más allá del desarme y de la reincorporación de los ex combatientes; señaló otras carencias en la sociedad colombiana y oportunidades para trascender. Por ello las operaciones de paz no pueden buscar simplemente regresar al orden previo de la guerra, sino participar con la población en la creación de una sociedad más libre y de respeto.
Es importante señalar que un acuerdo de paz con perspectiva de género resulta insuficiente si no se acompaña de un proceso que modifique las creencias discriminatorias y los estereotipos presentes en las sociedades, un proceso que cree nuevas masculinidades y que promueva la aceptación de la diversidad.
El caso de las FARC-EP es ejemplar en cómo integrar la Resolución 1325 y un enfoque transversal de género en los acuerdos de paz. Sin embargo, aún queda mucho por hacer para que las mujeres sean tomadas en cuenta y vivan una vida libre de violencia y desigualdad. En este momento hay varios procesos de negociación para lograr la paz, en estos no se puede olvidar a la mujer, de otra manera, seguramente, la paz no será verdadera.
Bibliografía
● Cockburn, Cynthia. 2010. “Militarism and war”. En Shepherd. L. Gender Matters in Global Politics: a feminist introduction to International Relations. Pp. 105-115. Routledge: NY, Estados Unidos
● Pankhurst, Donna. (2010) “Sexual violence in war”. En Shepherd. L. Gender Matters in Global Politics: a feminist introduction to International Relations.Pp. 148-160. Routledge: NY, Estados Unidos.
● PNUD. 2011.Colombia rural. Razones para la esperanza. Informe Nacional de Desarrollo Humano 2011. Bogotá, Colombia.
● Puechguirbal, Nadine. 2010. “Peacebuilding, peacekeeping and post-conflict reconstruction”. En Shepherd. L. Gender Matters in Global Politics: a feminist introduction to International Relations. Pp. 161-175. Routledge: NY, Estados Unidos
● Vargas, Jackeline y Ángela Díaz. 2017. Enfoque de Género en el acuerdo de paz entre el Gobierno Colombiano y las FARC-EP: transiciones necesarias para su implementación. Universidad Autónoma de Bucaramanga: Colombia