Renacimos gigantes, ahora somos fragmentos de luz
Pinta en la comunidad de Acteal
que impiden que la noche sea obscuridad
Son vísperas de navidad y mientras miles de personas caminan eufóricamente por los centros comerciales para comprar regalos, centenares de comunidades en el mundo continúan su camino en la búsqueda de verdad y justicia ante estructuras de poder perversas que les han sometido a genocidios silenciosos solapados por la indiferencia, normalizados por la barbarie y eclipsados por el olvido.
Precisamente este mes se cumplen 25 años de la masacre de Acteal ocurrida aquel 22 de diciembre del ´97 en Los Altos de Chiapas. Este brutal acontecimiento es una herida que permanece abierta recordándonos en palabras de H. Arendt que: “el ser humano es capaz de hacer realidad sus diabólicas fantasías sin que el cielo se caiga ni la tierra rugiendo se abra”. A continuación planteo una serie de reflexiones hiladas con fragmentos del inolvidable poema “Los Muertos” de María Rivera que leyó hace 11 años en pleno zócalo en la marcha nacional por la paz.
Las 45 personas que se encontraban rezando dentro de la ermita aquella mañana haciendo oración por la paz, forman parte de los muertos “a los que madres no se cansan de esperar, los muertos a los que hijos no se cansan de esperar, los muertos a los que esposas no se cansan de esperar”. Esta infamia ocurrida a manos de grupos paramilitares, quienes sorprendieron con machetazos y balazos a la comunidad de Acteal es un efecto directo de la estrategia genocida del “Plan Chiapas 94” orquestada por el gobierno y el ejército mexicano como una política de contrainsurgencia que continúa vigente cobrando la vida de miles personas que “se llaman secretos de sicarios, secretos de masacres, secretos de policías, se llaman llanto, se llaman neblina, se llaman cuerpo, se llaman piel, se llaman tibieza, se llaman beso, se llaman abrazo, se llaman risa, se llaman personas, se llaman súplicas, se llamaban yo, se llamaban tú, se llamaban nosotros, se llaman vergüenza, se llaman llanto”.
Los niños y niñas cuyas vidas fueron arrebatadas súbitamente bajo el calor del sol en Los Altos, se suman al río de vergonzosos crímenes cometidos contra infancias que “se llaman chambrita tejida en el cajón del alma, camisetita de tres meses, la foto de la sonrisa chimuela, se llaman mamita, papito, se llaman pataditas en el vientre y el primer llanto”. En este país tan injusto, mientras que algunas personas adornan sus árboles y hogares en compañía de sus seres queridos, otras colocan flores en tumbas y encienden veladoras acompañados de rezos para iluminarles el camino de regreso a casa.
Más allá del surrealismo que representa este contraste de realidades en México, vale la pena sentarnos a reflexionar sobre la importancia de hermanarnos, organizarnos y luchar hasta derrumbar todas las barreras en un Estado, cuyos sucesivos gobiernos se muestran absolutamente indolentes e incluso son cómplices por acción u omisión. Solo así podremos acercarnos a la construcción de una sola realidad en donde todxs podamos vivir en paz y celebrar la vida: “se llaman ganas de bailar en las fiestas, se llaman rubor de mejillas encendidas y manos sudorosas, se llaman muchachos, se llaman ganas de construir una casa, echar tabique, darle de comer a mis hijos (…) se llaman besos a la orilla del río”.
La conmemoración de Acteal es un recordatorio sobre la incansable lucha por la verdad, la justicia y la reparación que son derechos y pilares fundamentales de cualquier sociedad para construir la anhelada paz en un país tan surreal donde no se requiere de los sueños para hacer realidad las más terribles pesadillas que buscan arrebatarnos todo lo que amamos. En este camino, quisiera concluir con un pronunciamiento del Centro de DH Fray Bartolomé de las Casas (Frayba), organización que hace hincapié en la urgencia de tumbar el muro estatal de impunidad y romper con la normalización de graves violaciones a los derechos humanos para prevenir y evitar que masacres como Acteal ocurran y permanezcan en este mar de injusticias llamado México: “es por lo que, abrazamos las dignas luchas y resistencias como el de Las Abejas de Acteal que nos dan camino y vida, ya que su acción radical va erigiendo La Otra Justicia, desde el no Olvido que alimenta la Memoria de lucha de larga duración de los pueblos, la Verdad como hálito de grande dignidad para arraigar el Lekil Chapanel: La raíz de la justicia” (Pedro Faro, Ex director del Frayba citado por Mandujano, 2020).
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